Sentir el impacto del aire frío en la cara, aislarse del ruido y adentrarse solo, en pareja o en un pequeño grupo por llanuras de un blanco brillante o por rincones sombríos en la profundidad del bosque, sentir el frotar monótono de los esquís en la nieve, sólo roto por el canto de alguna ave… Estas son algunas de las sensaciones que se experimentan cuando se sale a dar un paseo con esquís.
Pero hay más. Sentir como los pulmones se hinchan y se renuevan, entrar progresivamente en calor y quitarse una capa de ropa, sentir la creciente descarga de adrenalina, detenerse a repostar fuerzas y poner la vista en el horizonte: una corona de cumbres majestuosas en todas direcciones.
Y finalmente: volver al punto de partida, cansado, notando músculos que no sabías que tenías, pero con la cabeza despejada, tranquilo, satisfecho, tal vez incluso eufórico.
Esta es una de las infinitas maneras de explicar qué es el esquí de fondo. Tenéis otra más tradicional en este mismo blog. Si quieres comprobar si el panorama que hemos pintado es cierto, o si ya lo sabes pero te han entrado ganas de volver a practicar este deporte —y de hacerlo en un entorno de gran belleza, en un cicuito de 15 kilómetros para todos los niveles a 2.000 m de altitud—, reserva ya día para esquiar en Naturlandia.